Viajar con Intolerancia a la lactosa
Cuando un miembro de la familia es diagnosticado como intolerante a la lactosa, los hábitos de consumo cambian y esos pequeños placeres que te alegran la vida y el estómago son los primeros en pasar a la historia.
En casa es muy fácil llevar una alimentación totalmente libre de lactosa, pero ¿qué pasa cuando nos vamos de vacaciones? ¿A cuántas cosas tenemos que renunciar por culpa de la intolerancia a la lactosa?
En mi opinión, a nada.
¿Qué es la Intolerancia a la Lactosa?
Se estima que entre un 20 y un 40% de la población española padece intolerancia a la lactosa, unas cifras que podrían superar el 60% a nivel mundial. ¿Pero qué es la lactosa?
En términos químicos, es un tipo de carbohidrato disacárido compuesto por una molécula de glucosa y otra de galactosa. O sea, es el azúcar de la leche, y el intestino delgado de las personas intolerantes no es capaz de digerirlo.
Para que la lactosa se absorba correctamente, hace falta una enzima llamada lactasa que la descompone. Pero si nuestros niveles de lactasa son bajos, la lactosa pasa directamente al intestino grueso y fermenta allí provocando molestias más o menos graves que afectan principalmente al aparato digestivo.
Y no te voy a mentir: Son bastante desagradables y suelen aparecer en el momento (o lugar) más inoportuno.
Viajar sin Lactosa
Conseguir que tu próximo viaje sea cien por cien apto para intolerantes es tan sencillo como no tomar nada de lactosa.
Y aquí terminaría este post si no fuera porque todo lo rico lleva lactosa (que sí, de verdad, lo que pasa es que no nos damos cuenta hasta que nos toca vivirlo).
Además, algunos destinos están tan unidos a su gastronomía que es casi inevitable caer en la tentación, aunque sepas que un mordisco de más te llevará directamente al cuarto de baño. Pero a ver quién es capaz de resistirse a una quesada pasiega o a un delicioso gelato italiano.
También hay que tener en cuenta que muchos alimentos procesados (embutidos, galletas, snacks, purés…) e incluso bebidas alcohólicas contienen lactosa. Así que no bajes la guardia y sigue leyendo si quieres disfrutar al máximo de tus comida como intolerante.
Dice el refrán que quien tiene vergüenza, ni come ni almuerza, sobre todo si sufres intolerancias o alergias alimentarias. Así que, ante la duda:
-Pregunta los ingredientes de los platos.
-Pide la carta de alérgenos en los restaurantes.
-Contacta con tu hotel si tienes las comidas incluidas y asegúrate de que habrá alguna alternativa acorde con tus necesidades.
-Localiza los supermercados más cercanos a tu apartamento e intenta averiguar si habrá productos sin lactosa.
-Según a dónde vayas, plantéate llevar tu propia comida.
Cuando viajas fuera de España es muy útil saber cómo se escribe «sin lactosa» en el idioma local.
Enseguida te darás cuenta de que es un término fácil de decir y de recordar. Pero si no te fías de tu memoria, ten a mano un traductor cuando vayas al mercado o al restaurante de turno.
Un consejo: Pedir las cosas «por favor» siempre ayuda a que te entiendan mejor. 😉
En primer lugar, hay que dejar claro que la intolerancia a la lactosa no es lo mismo que la alergia a la proteína de la leche, pero quienes la padecemos sabemos que los excesos no tardan en pasar factura.
Además, el grado de intolerancia a la lactosa varía de unas personas a otras y hay quien puede digerir ciertas cantidades sin apenas consecuencias. El problema es que la única forma de saber dónde está tu límite es probar y ver qué pasa después.
Claro que yo no me arriesgaría a averiguarlo mientras estoy de viaje.
Hay viajes donde la comida forma parte de la experiencia y aún así te esforzarás por evitar las salsas a base de nata, los quesos y cualquier plato sospechoso de llevar lactosa… Hasta que llega el momento del postre. Ahí es cuando las personas intolerantes, sobre todo las más golosas, necesitamos tener una voluntad de hierro.
Pero, ¿qué harías si te dijera que puedes comértelo con toda tranquilidad? Pues estás de suerte, porque darte un capricho con lactosa de vez en cuando sin sufrir las consecuencias es posible gracias a unas pastillas de lactasa.
En mi caso, tomo un comprimido masticable (de venta en farmacias) justo antes de ingerir el alimento con lactosa. Y así, de esta manera tan sencilla, puedo comer lo que quiera vaya donde vaya.