Como no podía ser de otra manera, el recorrido por el museo comienza en la era. Allí es donde Vicente nos explica las particularidades del edificio que, con sus dos siglos de antigüedad, es un tesoro en sí mismo.
Aunque la vivienda fue restaurada, todavía conserva la estructura de madera en tijera que fue típica de la zona. De hecho, hasta hace unas décadas la mayoría de las casas de los pueblos de la Ribagorza tenían un aspecto similar, incluyendo una era más o menos grande.
En ese terreno, que generalmente tenía forma circular y estaba empedrado, se realizaba la trilla de los cereales y se aventaba la mies para separar el grano de la paja. Hay que tener en cuenta que el cultivo del cereal siempre ha tenido gran importancia en la comarca y las casas se adaptaron a las necesidades derivadas del trabajo.
La vivienda familiar de los Ballarín, donde se ubica este museo, es un ejemplo perfecto de arquitectura tradicional ribagorzana. Alrededor de la era ya podemos ver distintos aperos agrícolas y hasta una prensa de vino.
Después pasamos a la planta baja, donde se expone una interesante y variopinta colección que nos hace viajar en el tiempo. Hay utensilios que formaban parte del día a día de nuestros abuelos, objetos centenarios que pertenecieron a la familia Ballarín, reliquias que siguen sorprendiendo por su ingenioso diseño…
La mayoría son piezas de los siglos XVIII y XIX, y muchas despertarán tu curiosidad, así que no dudes en preguntar a Vicente por ellas.