Una vez hayas cruzado a la otra orilla, verás que el camino tuerce a la izquierda y se estrecha convirtiéndose en senda. Desde este punto queda un kilómetro hasta la ermita (unos 20-25 minutos incluyendo las paradas fotográficas).
A partir de aquí vas a encontrar numerosas esculturas que sorprenden a peques y mayores. La mayoría son figuras de animales (conejos, pájaros, un oso, mariquitas, un jabalí…) pero también hay un pastor con su rebaño, un belén y un caganet poco escondido. Son obras de un vecino de Capella llamado Joaquín Sesé, que ha conseguido que este bonito paseo tenga un mayor atractivo respetando al máximo el entorno.
La senda continúa ascendiendo y pasamos junto a unas hormigas, un escorpión, unas flores de piedra… Poco después tendrás la opción de caminar unos metros más para ver los lagares. Nosotros no nos desviamos y tampoco nos acercamos a ver las ruinas de la ermita de Santa Eulalia, pero es una buena forma de completar la excursión.
Por fin toca descender ligeramente y es el momento de levantar la vista para admirar la imponente pared rocosa que da cobijo a la ermita de San Martín. Pasarás junto a una bonita fuente y enseguida llegarás a la escalera que conduce al pórtico que da acceso a la nave.