Siempre es buen momento para visitar Toledo, aunque sólo tengas un día para hacerlo. En esta una ciudad donde se respira Historia con mayúscula y fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1986.
A sus pies, el mismo Tajo que contemplaron Juana la Loca o Garcilaso de la Vega y que inspiró a grandes artistas como Cervantes o el Greco, parece abrazarla ajeno a la admiración que despierta al cruzar bajo el imponente puente de Alcántara.
Para entender Toledo en un día hay que ir desde la catedral hasta el barrio de la Judería, admirar el trabajo de los espaderos y orfebres, escuchar antiguas leyendas, entrar en algún museo, probar los mazapanes, caminar junto al Tajo o simplemente dejarse llevar.
Pero si sólo tienes unas horas para disfrutar de la “Ciudad Imperial”, abre bien los ojos y los oídos, porque esta antigua capital del reino guarda muchos secretos que merece la pena descubrir.
La estación de tren de Toledo está en el Paseo de la Rosa, a una media hora a pie del centro. Con niñ@s pequeños es mucha distancia y hay que reservar las ganas de andar para ver la ciudad, así que una alternativa es coger un autobús de línea en el mismo paseo.
Justo delante del edificio, muy bonito con su estilo neomudéjar, paran los autobuses turísticos de City Sightseeing, que puede resultar una forma divertida de ver la ciudad para l@s peques, ya que puedes subir y bajar las veces que quieres en las paradas habilitadas para ello.
Hay varias zonas de parking de pago repartidas por el centro, pero si la idea de conducir por calles estrechas y empinadas no te atrae, puedes llegar en autobús hasta la estación de la Avenida Castilla-La-Mancha o aparcar tu vehículo justo enfrente, donde está el parking gratuito Safont.
Nosotros dejamos el coche cerca de la Plaza de Toros y recorrimos el Paseo de Merchán hasta el final, donde hay una oficina de turismo y la Puerta de Bisagra, un buen sitio para comenzar el recorrido por la ciudad.
Si no quieres gastar energía antes de tiempo, una opción más cómoda para llegar a la parte alta de Toledo y evitarte unas buenas cuestas es usar las escaleras mecánicas de Safont o del Paseo de Recaredo, que fueron las primeras en inaugurarse allá por el año 2000.