Venecia sin mí
Hace algún tiempo, paseando por el casco antiguo de mi pueblo, me sorprendieron los primeros acordes de una melodía que ha emocionado a varias generaciones.
Es una canción triste que habla de amor. De uno tan grande que, cuando toca a su fin, hasta la ciudad más romántica del mundo parece sufrir ese mismo mal de amores. Una canción que se ha cantado en muchos idiomas y que esa mañana se escapaba por una puerta entreabierta.
”Tu lejano recuerdo me viene a buscar”, cantaba Charles Aznavour.
Y como si fuera un hechizo, esas palabras me hicieron pensar en leones alados, en suspiros al atardecer y cómo no, en jerséis a rayas y oscuras góndolas mecidas por el agua de la laguna.
“Qué distinta Venecia si me faltas tú”, le susurré a mi mascarilla.
Venezia, Venise, Venetia… Da igual cómo lo escriba.
A mí me falta Venecia y, de alguna manera, siento que a ella le falto yo. Porque hay lugares que se sueñan hasta que se conocen y otros (tal vez demasiados) que nunca se harán realidad.
"Hay lugares que se sueñan hasta que se conocen y otros que nunca se harán realidad"
Por suerte, a la Reina del Adriático le sobran enamorados y nunca extrañará el tacto de mi mano sobre la piedra de sus puentes ni el eco de estos pasos tan proclives a perderse lejos de las multitudes.
“Eres otra Venecia más fría y más gris”, seguía la canción.
¿Y yo? ¿Seré una persona distinta después de Venecia?
¿Volveré a casa con rumor de agua en los silencios y máscaras en el corazón?
Quién sabe.
Las últimas notas de la canción se apagan y yo continúo mi camino con una sonrisa que nadie más puede ver.
Sonrío porque Venecia sin mí seguirá siendo la misma ciudad única y maravillosa de siempre, o quizás porque hay historias que es mejor no comenzar…
Aunque se llamen Venecia y te prometan recuerdos que tal vez nunca sean.