Albi, la Ciudad Roja

Situada en una meseta a orillas del río Tarn desde tiempos de los romanos, Albi prosperó, y en el siglo XIII se convirtió en Ciudad Episcopal gracias a la construcción de su gran catedral y del contiguo palacio-fortaleza episcopal.

Esta ciudad dio nombre a la cruzada albigense o cátara, un conflicto armado que tuvo lugar entre 1209 y 1244. El catarismo era una doctrina religiosa muy extendida por la zona del Languedoc, pero fue considerado herejía y combatido duramente por parte de la Iglesia católica.

Aunque la ciudad es mucho más extensa, sólo cuatro barrios de marcado origen medieval se incluyen en el perímetro de la Ciudad Episcopal: Castelviel, Castelnau, Bourg Saint-Salvi y Les Combes. Al recorrerlos puedes apreciar el color y la homogeneidad arquitectónica de Albi, principal causa de que sea Patrimonio Mundial de la UNESCO desde 2010.

Hoy en día, estos barrios siguen siendo el corazón de la capital del departamento del Tarn, en la región de Occitania.

De estilo gótico y construida entre los siglos XIII y XVI, es la catedral de ladrillo más grande del mundo y una de las más bonitas de Francia.

Su estructura exterior es muy austera y contrasta con la rica decoración interior, donde destaca el coro, el órgano y un gran mural del juicio final.

Situada en una plaza donde convergen calles de los cuatro barrios medievales que la rodean, allí encontrarás coches de caballos y un trenecito turístico por si quieres continuar conociendo Albi más cómodamente.

A escasos metros de Santa Cecilia encontramos el antiguo palacio episcopal, muy fortificado y con muros altos, cuyas bonitas terrazas y zonas ajardinadas se pueden visitar.

Este edificio alberga el Museo de Toulouse-Lautrec, con la mayor colección del mundo de obras de este pintor y cartelista nacido en Albi en el siglo XIX.

Henri Marie Raymond de Toulouse-Lautrec-Montfa era el nombre completo de este peculiar artista que nació en Albi en 1864. Ya desde la infancia demostró gran interés por el dibujo y en 1881 se trasladó a París para cumplir su sueño de ser pintor.

Allí quedó fascinado por la vida nocturna, uno de los temas principales de sus obras, alcanzando gran popularidad con los carteles publicitarios que realizaba para los espectáculos de los cabarets que frecuentaba.

Aunque no es posible visitarla por dentro, la casa donde nació todavía existe y puedes verla en el número 14 de la céntrica calle que lleva su nombre.

Albi y el Tarn no serían lo mismo el uno sin el otro, y el Pont-vieux fue clave para el desarrollo comercial de la ciudad durante la Edad Media.

No puedes irte de la Ciudad Roja sin acercarte al río para ver este puente, porque cruzarlo significa caminar sobre 1000 años de historia.

Muy cerca de la catedral y rodeada por un anillo de calles comerciales, está la Collégiale Saint-Salvi, que empezó a construirse en el siglo X y combina formas románicas con elementos góticos.

Es posible que la iglesia esté cerrada, pero puedes ver la preciosa arcada románica y el pequeño jardín público de su claustro, un remanso de paz en pleno centro de la ciudad al que puedes entrar de manera gratuita.

Si vas con peques y buscas un lugar para que corran a su aire, cerca de la catedral está el Jardín Nacional, con una gran fuente, un quiosco y bancos a la sombra donde sentarse un rato.

Pero sin duda les encantará el Parc Rochegude, una gran zona verde arbolada con diversas esculturas, área infantil de juegos y hasta un estanque.

Buena parte del encanto de Albi está en sus calles.

Se conservan muchas casas antiguas, con contraventanas y entramados de madera, cuyas fachadas tienen ese color rojizo tan característico que les da el uso del “brique foraine”, un ladrillo típico de la zona utilizado desde la Edad Media.

Dos de las calles que me parecieron más bonitas son la Rue Puech Berenguier y la Rue du Castelviel, aunque callejeando por el casco histórico también verás casas señoriales, placitas con encanto y bonitos rincones que fotografiar.