Calatañazor es uno de esos lugares que hay que visitar, como mínimo, una vez en la vida. Geográficamente está en la provincia de Soria aunque, si quisiéramos situarlo en el tiempo, estaríamos viajando a la Edad Media.
De hecho, ese es su mayor encanto. Y basta con recorrer los primeros metros de la calle principal para darse cuenta de que el tiempo apenas existe en este rincón de la vega del río Milanos.
El pueblo ocupa la parte más alta de un promontorio rocoso. Visto desde la carretera destacan las ruinas de su castillo y la muralla, pero también el entorno natural.
Campos de cereal colorean la llanura que se extiende a sus pies y muy cerca, antes de llegar a Muriel de la Fuente, hay un paraje único en su especie: el sabinar de Calatañazor. Este bosque tiene gran valor ecológico, pues cuenta con las sabinas albares (Juniperus thurifera) más altas y longevas de la península ibérica.
Probablemente, lo primero que verás al bajar del coche cuando llegues a Calatañazor serán las ermitas de San Juan Bautista y de la Virgen de la Soledad, pues ambas están junto a la carretera.
De la primera queda el arco de piedra del portón y los muros, que comparten prado con el parking de autocaravanas; mientras que la segunda, de estilo románico y mucho mejor conservada, la encontramos a la entrada del municipio.
Enseguida estarás caminando por la calle Real, que vertebra y da un carácter único al pueblo. Es ligeramente empinada y conduce hasta el castillo pero, como ya he dicho, el tiempo avanza a otro ritmo por estos lares, y los viajeros también.
No te pierdas las fachadas de adobe con entramados de madera (de sabina, por supuesto), las chimeneas cónicas tan típicas de la vecina comarca de Pinares, el rollo de justicia, la iglesia de origen románico de Nuestra Señora del Castillo, los soportales de la plaza, los restos de la fortaleza de los Padilla…
Para descubrir porqué Calatañazor está considerado uno de los pueblos más bonitos de Castilla y León, sólo tienes que dejarte llevar sin rumbo y contagiarte de su calma. Y si todavía no te has enamorado del lugar, recuerda que el famoso Orson Welles lo eligió para rodar «Campanadas a medianoche» y que aquí fue donde Almanzor perdió el tambor.
¿Habías escuchado esta frase alguna vez? Pues para entenderla hay que remontarse al verano del año 1002. Según se cuenta, tropas cristianas y musulmanas se enfrentaron en una cruenta batalla en la llanura que se extiende a los pies del castillo, ahora conocida como el Valle de la Sangre.
Muy a su pesar, el poderoso general Almanzor tuvo que huir con su ejército, y ese revés militar hizo que perdiera su alegría, muriendo poco después en Medinaceli.
Sucediera realmente o no, en Calatañazor hay un busto de Almanzor que conmemora la batalla, y además es una historia perfecta para contar en el mirador del castillo, sobre todo si viajas con peques.
Porque lo más probable es que olviden las calles empedradas y sus pintorescas casas, pero siempre recordarán una buena leyenda. Y si añades una bandada de buitres volando sorprendentemente cerca de sus cabezas, el éxito está asegurado.
27 enero 2024
