Gallocanta con peques

Ver a las grullas en Gallocanta es una de las cosas más impresionantes que podemos hacer en otoño e invierno con nuestros peques.

La grulla común (Grus grus) es un ave migratoria que cría en el norte de Eurasia y vuela hacia África para pasar los meses más fríos. Pero entre octubre y marzo, miles de ellas se detienen en la Laguna de Gallocanta, que es uno de los principales humedales salinos de Europa.

Si has decidido visitar Gallocanta con tus hij@s, aquí tienes varias opciones:

• Hacer la ruta por los observatorios de la laguna y marcharte a Daroca.
• Pasar el día viendo los humedales de la zona (Guialguerrero, La Zaida y Gallocanta).
• Recorrer la Laguna de Gallocanta y los pueblos cercanos (Gallocanta, Santed, Berrueco, y Las Cuerlas).

Como verás, nosotr@s estuvimos en la laguna toda la mañana, comimos en Berrueco y visitamos el poblado celtíbero de El Castellar. Poco antes de atardecer, volvimos a Gallocanta para ver llegar las grullas; Todo un espectáculo natural de luz y sonido.

Las provincias de Zaragoza y Teruel comparten este humedal declarado Lugar de Interés Comunitario (LIC) y considerado la laguna natural más grande de la Península Ibérica.

Es un enclave de gran importancia en la migración anual de la grulla común, pero su cuenca también es el hogar de otras especies de aves que viven allí todo el año. Las grullas duermen en la laguna, se marchan a pasar el día en los campos de los alrededores y vuelven al ponerse el sol.

Así que la mañana es un buen momento para verlas alzar el vuelo.

Gallocanta es un municipio de la comarca Campo de Daroca situado a orillas de la laguna que lleva su nombre. Lo más destacable es la iglesia de San Pedro (s.XVIII) y, por supuesto, el entorno natural y los paisajes agrícolas tan imprescindibles para la alimentación de las grullas.

Para llegar a su Centro de Interpretación hay que seguir la calle Mayor en dirección a Berrueco. El edificio está a mano derecha de la carretera, y justo delante hay una zona gratuita de parking.

Aunque alberga un museo dedicado a las aves, a mitad de noviembre seguía cerrado por la pandemia, pero puedes entrar a la recepción para que te informen. Allí te explicarán muy bien todo y, en caso de que sigan sin repartir folletos por el Covid-19, podrás hacer fotografías a sus mapas para organizar la visita.

Tienes los horarios del centro aquí.

Sin cruzar al lado de Teruel, podemos ver la Laguna de Gallocanta desde cuatro observatorios unidos por senderos señalizados, y el primero está al lado del Centro de Interpretación.

Aunque el camino para llegar a la pasarela de madera es de tierra, es accesible para personas con movilidad reducida. Mirando hacia la derecha, verás la Gran Grulla, obra del escultor turolense Simón Domingo Blasco y, como telón de fondo, el pueblo de Gallocanta.

En todos los observatorios hay carteles que recuerdan las recomendaciones sanitarias por el Covid, y tanto el aforo como el tiempo máximo de permanencia están limitados.

A partir de aquí, todo el recorrido se puede hacer con el coche de forma libre.

Para ir al observatorio de Los Aguanares, hay que salir del parking hacia la izquierda por la calle Pezaza y dejar las casas a mano derecha.

Tras pasar junto a la ermita de la Virgen de la Soledad, enseguida llegarás al camino de tierra donde comienza el recorrido alrededor de la Laguna de Gallocanta. Varios metros antes de la caseta de los Aguanares hay un pequeño aparcamiento donde caben 6 vehículos.

No te preocupes si no sabes nada de aves, porque dentro hay varios paneles con imágenes que te ayudarán a identificarlas. Y disfruta del paisaje, que está precioso con los colores del otoño.

De nuevo con el coche, y tras pasar junto a un puentecillo de madera, llegarás a la ermita de la Virgen del Buen Acuerdo. Es una construcción de estilo románico y en su recinto hay un merendero cubierto con cuatro mesas y varias más al aire libre.

Siguiendo el camino y a la orilla de la laguna, están los observatorios de La Ermita y Los Ojos, desde donde se pueden ver patos y otras anátidas.

Algo más alejada está la torre de La Reguera, un punto de avistamiento elevado al que se accede por unas escaleras. Mientras siga vigente el confinamiento perimetral provincial, en este punto hay que dar la vuelta para no cruzar a Teruel.

Berrueco está a 115km de Zaragoza y a 91km de Teruel, pero sólo 3’5km lo separan del Centro de Interpretación de Gallocanta.

Te aconsejo que des un paseo por el pueblo, porque está muy bien cuidado y tiene rincones muy fotogénicos. Acércate a ver la iglesia (s.XVIII) y después busca la Casa del Verdugo. Este edificio está en la zona alta de Berrueco, y en su fachada podrás ver el relieve de un hacha y un tocón.

Como he leído varias versiones sobre el significado de este símbolo, dejaré que le eches un poco de imaginación.

Unos metros más arriba, un camino de tierra con escaleras serpentea entre carrascas hasta el promontorio rocoso donde están las ruinas del castillo. La subida es bastante cómoda, pero no está adaptada para carritos ni sillas de ruedas.

El castillo de Berrueco está declarado Bien de Interés Cultural, y al igual que los de Bijuesca y de Anento, también se vio involucrado en la Guerra de los Dos Pedros (s.XIV). Tenía forma triangular, pero apenas quedan dos de las tres torres que ocupaban sus vértices.

Junto a los restos de la más alta, unos escalones de piedra conducen hasta un mirador con unas vistas privilegiadas de toda la cuenca endorreica, así que no te vayas sin bajar.

A 1’3km de Berrueco siguiendo la carretera hacia Tornos (Teruel) está el poblado celtíbero de El Castellar. Una señal a mano derecha indica el camino de tierra que lleva hasta las ruinas, frente a las que hay una pequeña explanada donde caben 3 ó 4 coches.

Es un lugar muy tranquilo con vistas a la laguna, y el paisaje recuerda a los páramos de las novelas escritas por las hermanas Brontë.

Del poblado, que estuvo habitado entre los siglos II y I a.C., queda poco. Sin embargo, se puede distinguir el trazado de la muralla de piedra que lo protegía y la puerta de entrada orientada hacia la laguna. Para que sea más fácil entender lo que vemos y cómo eran las viviendas, hay varios paneles informativos repartidos por el yacimiento.

Quizás no sea un lugar para ir «de propio», pero estando tan cerca, creo que merece la pena visitar este trocito de historia.

Durante el día, la mayoría de las grullas están lejos de la laguna, pero al atardecer vuelven a pasar la noche.

Un buen sitio para verlas regresar es la ermita de la Virgen del Buen Acuerdo, ya que está situada en lo alto de una colina. Además, allí mismo tienes el merendero cubierto, que viene muy bien para refugiarse cuando sopla viento y empieza a bajar la temperatura.

Según vimos, la gente acude a este punto cuando se acerca la hora de las grullas, pero finalmente nosotr@s esperamos el momento mágico en Gallocanta.

Las grullas no se hicieron de rogar, y tal y como nos habían dicho en el Centro de Interpretación, a las seis de la tarde comenzaron a llegar grandes bandadas.

El sonido es espectacular, y ver cómo se acercan a la laguna en formación es una imagen inolvidable. El único problema es que conforme pasan los minutos, cada vez es más difícil distinguirlas, aunque se las sigue oyendo en la creciente oscuridad.

Si te estás preguntando si merece la pena esperar este momento, mi respuesta es sí (aunque es muy probable que tus hij@s ya pasen olímpicamente de las grullas).