Pinceladas del Tarn (Francia)
El departamento del Tarn recibe su nombre del río que lo atraviesa y está situado en Occitania, una región que ocupa la mayor parte del sur de Francia.
Recorrer sus tranquilos pueblos medievales y conocer su historia hará que olvides el estrés y te conviertas, aunque sólo sea por unos días, en todo un bon vivant.
Porque en el Tarn el tiempo parece discurrir a otro ritmo, así que deja las prisas en casa y disfruta del momento.
Pueblos pintados de Azul Pastel
El azul pastel fue el color estrella entre los siglos XV y XVI y revolucionó la industria de la moda y el arte convirtiéndose en un artículo muy demandado en toda Europa.
Gracias al cultivo de una planta llamada Isatis tinctoria, buena parte del Tarn se enriqueció con su comercio.
De hecho, hay un refrán que dice: «Au Pays de Cocagne, plus on dort, plus on gagne”, o sea, «En el País de la Cucaña, cuanto más se duerme, más se gana«, porque cuanto más se oscurecía el pigmento, más caro se cotizaba, y sólo tenían que esperar para que éso ocurriera.
Pueblos tan bonitos como Lautrec (en la postal) o Sorèze, por poner algunos ejemplos, deben buena parte de su encanto a este color, que predomina en muchas de sus calles, pero si quieres saber de primera mano cómo se producía, puedes visitar el único Museo del Pastel de Francia, que está en Magrin, una pequeña y tranquila localidad rodeada de campos de cultivo.
Pasado Cátaro
La ciudad de Albi fue uno de los centros del catarismo del sur de Francia y dio nombre a la cruzada Albigense o Cátara (1209-1244), que enfrentó a los seguidores de este movimiento religioso con la Iglesia católica, que lo había declarado hereje al ver que su influencia crecía.
En el departamento del Tarn puedes visitar otro de sus bastiones: Lavaur (en la postal).
En 1211 sufrió dos asedios y sus calles se tiñeron de rojo cuando las tropas cruzadas de Simon de Montfort acabaron con la resistencia dirigida por la valiente dama Giraude de Laurac.
Ella fue arrojada a un pozo y apedreada viva, pero no fue la única víctima, ya que 80 caballeros fueron ahorcados o pasados por la espada y 400 personas quemadas por herejía.
Su castillo tampoco se libró de las represalias y fue totalmente destruido para que las gentes del lugar no pudieran protegerse de las tropas enemigas.
Mercados al aire libre
Ir al mercado en cualquier pueblo del Tarn es mucho más que hacer la compra, sobre todo cuando se celebran al aire libre.
No te pierdas esta experiencia y aprovecha para descubrir alguno de los productos típicos de la zona, como el azafrán (que junto con la hierba pastel, fue un importante motor de su economía en la Edad Media), los quesos y patés, el ajo rosa de Lautrec, las galletas y dulces, los embutidos de Lacaune o los vinos de Gaillac, que es uno de los viñedos más antiguos de Francia.
Y si quieres llevarte un recuerdo que no termine en tu estómago, apuesta por la marroquinería, la cerámica o los textiles teñidos de azul pastel.
Ruta de los Palomares
Cuentan que había más de 3000 palomares repartidos por los pueblos y campos del Tarn. Su función: Aprovechar sus excrementos, llamados palomina, como abono agrícola, y puede que también usarlas como mensajeras o de primer plato para la hora de cenar.
Pero, ante todo, tener un palomar era símbolo de riqueza.
Unos 1700 han sobrevivido hasta nuestros días y algunos de los más pintorescos están incluidos en la Route des Pigeonniers (Ruta de los Palomares), que puedes recorrer en coche o en bici. Con otros te toparás mientras paseas, como el de Lavaur (en la postal), que está adosado a la fachada de una casa o el de Saint-Sulpice-la-Pointe, junto al Château du Castela.
Retratos de la noche parisina
El pintor neo impresionista Henri Toulouse-Lautrec (1864-1901) nació en Albi pero pasó buena parte de su vida en París. Allí se forjó como artista y se enamoró de la vida nocturna, de los cabarés, de la bohemia del barrio de Montmartre… y convirtió a prostitutas y bailarinas en protagonistas de sus obras.
Buena parte de los carteles, cuadros y litografías que dibujó están expuestos en las paredes del Palacio de la Berbie, uno de los edificios más emblemáticos de su ciudad natal.
Puertos Fluviales en el Tarn
El río Tarn fluye paralelo a los Pirineos durante 381 km y desemboca en el Garona habiendo dejado atrás alguno de los pueblos más bonitos del departamento al que da nombre.
Unos siglos atrás, sus aguas movían molinos y eran la principal vía de salida de productos como el vino, el trigo o el famoso pigmento azul pastel, una industria que vivió su mejor época entre 1450 y 1560. Pero en torno al río también se desarrollaban otras actividades comerciales, como la pesca y los talleres de cuero.
Todavía hoy se pueden apreciar los restos de los antiguos puertos fluviales en lugares como Albi o Lisle-sur-Tarn (en la postal), que te conquista en cuanto cruzas el puente y ves su reflejo en el río.
Arquitectura típica
Los pueblos medievales del Tarn se caracterizan por tener entramados de madera en las fachadas, plazas porticadas y contraventanas pintadas de un azul pálido llamado pastel que se producía en la zona durante la Edad Media.
En algunos, como en Lisle-sur-Tarn, podemos pasar bajos sus «pountets», unos pasillos elevados que cruzan las calles y sirven para unir varias partes de la casas, y otros son antiguas bastidas, ciudades fortificadas pensadas para proteger a los prósperos comerciantes de Aquitania y Occitania entre los siglos XIII y XIV.
Quizás todos se parezcan un poco, pero cada uno tiene su propia personalidad.
Porque el Tarn es esperar a que el “jacquemart” (un autómata de madera) de la catedral de Lavaur toque la campana, descubrir pintorescos rincones en Sorèze, quedarse sin aliento trepando por las calles empedradas de Cordes-sur-Ciel o cambiar el color pastel por el ladrillo rojo de Albi.