¿Viajar en tiempos de Pandemia?
La vida puede cambiar en un instante, pero no siempre puedes controlar el modo en que lo hace. En 2020 el cambio llegó de la mano de un nuevo tipo de coronavirus al que llamaron Covid-19 y que pronto se convirtió en el centro de todo, transformando la realidad en una película de ciencia ficción.
Los primeros brotes de Covid-19 se detectaron en la ciudad Wuhan (China) a finales de 2019. Desde allí se extendió por el mundo convirtiéndose en una pandemia cuyas consecuencias sociales y económicas a medio plazo aún son inciertas.
Los síntomas no afectan por igual a todas las personas y son muy variados: Tos seca, fiebre, cansancio, dolor de garganta, diarrea, dolor de cabeza… Pero en casos graves puede causar dificultad para respirar y diversas complicaciones que han causado miles de muertes, especialmente en personas de edad avanzada o con patologías previas.
«Durante un tiempo perdimos los abrazos, los cafés con l@s amig@s, los viajes…»
El Covid-19 se trasmite a través de las gotitas de saliva, así que las medidas para evitar su propagación están basadas en una buena higiene de manos y en mantener la distancia social, lo que ha hecho que todo sea distinto:
Durante un tiempo perdimos los abrazos, los cafés con l@s amig@s, los viajes… Se cerraron tiendas, colegios, bares, fronteras… y aunque la «nueva normalidad» ya está aquí, es difícil adivinar si dentro de unos meses lo nuevo ganará a lo normal o viceversa.
EL MUNDO TRAS LA VENTANA
L@s peques y adolescentes han sufrido las consecuencias de la pandemia más que nadie y se han adaptado a su nueva rutina mejor que muchos adultos.
Palabras como coronavirus, confinamiento, desinfección o distanciamiento son ya parte de su vocabulario, y durante semanas, su único contacto con el exterior fue un balcón compartido con padres, madres y herman@s.
Todo por su seguridad.
Enseguida comprendieron que quedándose en casa estaban salvando vidas, que había que separarse de la gente para proteger y protegerse y aprendieron que todo el mundo puede hacer algo para mejorar la situación general.
Y (casi) siempre lo hicieron con una sonrisa.
VOLVER A VIAJAR
Ya queda lejos aquel 13 de marzo, cuando se declaró el estado de alarma abriendo un paréntesis lleno de incertidumbres en el frenético ritmo de nuestras vidas.
Esta pandemia nos ha dado el tiempo que nunca encontrábamos para limpiar armarios, aprender a cocinar, leer ese libro que teníamos pendiente, empezar a meditar e incluso para conocer a las personas que viven al otro lado de la pared… pero sobre todo, para replantearnos cosas que dábamos por sentadas y valorar lo verdaderamente importante.
Sin embargo, hasta el ventanal más grande se queda pequeño tras tantos días de encierro, y es posible que a estas alturas de la película tus ganas de salir a ver el mundo de nuevo sean más grandes que tus miedos.
Volveremos a quedarnos en casa si es necesario, a estudiar online, a convertir la mesa del salón en el centro de nuestras vidas, a pintar arcoíris… Pero si sientes que ha llegado la hora de estar al otro lado del cristal y cambiar de aires por unos días, adelante.
«Hasta el ventanal más grande se queda pequeño tras tantos días de encierro»
Cuando llegues a tu destino, verás que todo es más natural de lo que parecía al escuchar el telediario, y que la mayoría de la gente se toma muy en serio las medidas de prevención frente al coronavirus.
Lo importante es que, independientemente de dónde vayas, tu seguridad y la de los demás sea una prioridad, porque esta «nueva normalidad» implica unos nuevos hábitos turísticos que debemos asumir como viajer@s.
Para tus hij@s, volver a viajar en tiempos de pandemia es una parte más de su aprendizaje vital y enseñarles a hacerlo con responsabilidad también sirve para que recuerden que:
Probablemente, 2020 pasará a la historia como el año del Covid-19, pero está en tus manos que nuestr@s hij@s lo recuerden de otra manera.
Que por encima de la incertidumbre, del tiempo que estuvieron sin pisar la calle y sin ver a sus amig@s, queden las risas, la confianza en que todo irá bien y la sensación de que la vida continúa.
Porque l@s niñ@s deben ser niñ@s aunque los adultos hayamos perdido una primavera.