Cuando octubre llega a su fin, hay un pueblo del Moncayo que siempre está en la lista de los destinos relacionados con lo sobrenatural. Ese lugar es Trasmoz, el único pueblo maldito y excomulgado de España.
Está situado a 1 hora en coche de Zaragoza y a 15 minutos de Tarazona. Además solo 3’5km lo separan del Monasterio de Veruela, con el que tuvo varios conflictos en la Edad Media.
Puede que al ver su castillo desde la carretera hayas seguido tu camino sin sospechar los secretos que guardan sus muros. La próxima vez te recomiendo que pares y te des un paseo, porque en Trasmoz la realidad supera a la ficción.
LA EXCOMUNIÓN
Corría el siglo XIII y el Señorío de Trasmoz tenía algunos derechos y privilegios que le daban cierta independencia frente al monasterio cisterciense de Veruela. Por ejemplo, podían decidir sobre el uso del agua, mientras que los pueblos vecinos no.
Por aquel entonces, la madera era un artículo de primera necesidad; Se usaba para construir, calentar las casas, fabricar muebles y carros… Y todos la obtenían del cercano Monte de la Mata.
Sin embargo, en el año 1255 el abad de Veruela entró en conflicto con las gentes de Trasmoz. Indignado porque no respetaran su autoridad, ya que no estaba de acuerdo con la cantidad de leña que talaban sus aldeanos, decidió tomar medidas drásticas.
Seguramente, pensó que así mataría dos pájaros de un tiro, ya que en Trasmoz todavía se celebraban ritos paganos. Así que, para atajar el problema de raíz, consiguió una orden papal y excomulgó al pueblo entero.
LA MALDICIÓN
La vida continuó en Trasmoz, pero tras su expulsión de la Iglesia católica se convirtió en un imán para nigromantes, alquimistas y personas interesadas en la magia y la brujería. Al fin y al cabo, allí se podían practicar las artes oscuras sin temor a represalias religiosas.
Si damos crédito a las leyendas, se hacían sacrificios paganos, las brujas sobrevolaban el castillo a la luz de la luna y se celebraban aquelarres con frecuencia. O sea, que Trasmoz debía ser una fiesta continua.
Por si esto no fuera bastante escandaloso para los monjes de Veruela, el Señor de Trasmoz y el abad, que además eran hermanos, volvieron a discutir. En esta ocasión la causa no fue la madera, sino el agua, y encima las Cortes de Aragón le dieron la razón a Trasmoz.
¡Aquello era inaceptable!
Así que en 1511, el abad se tomó la justicia por su mano, cubrió un crucifijo con un trapo negro y recitó el Salmo 108. Así maldijo a Trasmoz, a sus habitantes y todos a sus descendientes.
LA TÍA CASCA Y BÉCQUER
Tras la maldición, muchos de los habitantes se marcharon de Trasmoz temiendo por la salvación de sus almas y los rumores sobre sucesos extraños se extendieron por los alrededores.
Es posible que el sacristán de Tarazona, que acuñaba moneda falsa en el interior del castillo, tuviera algo que ver. El caso es que el pueblo quedó prácticamente abandonado.
El tiempo fue pasando y, ya con el castillo en ruinas, Trasmoz y sus brujas encandilaron a Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870), que pasó una temporada alojado en Veruela.
El poeta no pudo resistirse y lo visitó unos años después de la muerte de la Tía Casca, entonces curandera y ahora recordada como la bruja más célebre de Trasmoz.
Al parecer, a Joaquina Bona Sánchez (1813-1860) lo de la brujería le venía de familia. La receta que le daba sus poderes iba pasando de generación en generación, echaba males de ojo, podía envenenar el agua y hablaba varios idiomas.
Supongo que esto último sería el colmo en una mujer rural del siglo XIX, así que fue señalada como culpable de todas las desgracias que estaban pasando en el pueblo y arrojada por un barranco.
Su triste final fue similar al de muchas mujeres que perdieron su vida en una época en la que, por desgracia, el miedo al conocimiento era mucho más fuerte que la razón.
De haber vivido lo suficiente, imagino que Bécquer y ella se habrían sentado junto al fuego y habrían tenido una conversación de lo más interesante, pero nunca lo sabremos.
Aún así, el poeta contó su historia en la Carta VI incluida en la obra «Cartas desde mi celda» y alimentó la leyenda contribuyendo a que el nombre de esta mujer no se olvidara.
Algo que también ha hecho la directora aragonesa Elena Cid, que rodó en Trasmoz parte de su documental «Bécquer y las brujas«.
Si no lo has visto, aquí te dejo el tráiler.
TRASMOZ HOY
Siglos después, Trasmoz todavía es el único pueblo maldito del mundo, ya que ningún papa se ha molestado en cambiar esta situación.
También sigue excomulgado, aunque continúan celebrándose misas como en cualquier otro rincón del país, y su pasado está más presente que nunca.
Hay muérdago sobre las puertas, gatos negros, una calle dedicada a la Tía Casca y, gracias a la Feria de la Brujería y Plantas Medicinales, placas en las fachadas con el nombre de la Bruja del Año elegida en cada edición.
Así que casi es mejor que lo dejen como está, porque la Maldición de Trasmoz y la memoria de sus brujas mantienen vivo este rincón tan especial del Moncayo.